La defensa integrada combina distintas estrategias de lucha (culturales, biológicas, biotécnicas y, en último caso, químicas). Este control se efectúa de manera racional, intentando mantener la población de los patógenos en niveles tales que no produzcan daños económicos en la explotación. Intentando minimizar los problemas generados por el uso masivo de productos químicos y reduciéndolos en todo lo posible.
La presencia de enfermedades depende principalmente de las condiciones meteorológicas del lugar, por lo que es preciso el seguimiento sistemático de éstas, para el control de su desarrollo. También se centra en las plagas autóctonas capaces de causar graves daños económicos en el cultivo si no se tratan.
Las ventajas que se obtienen son: Adecuado nivel de protección; Disminución del número de tratamientos; Reducción del producto empleado; Aumento de la población de fauna útil; Menor exposición del trabajador a productos químicos. Reducción del coste de protección del cultivo; Menor contaminación del suelo, el aire y el agua; Descenso del nivel de residuos fitosanitarios en la uva.
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